martes, 22 de diciembre de 2015

La leyenda de Apolo y Dafne, en teatro de sombras

Hace una semana un grupo de alumnos y alumnas de 2º Bachillerato de Humanidades representó la leyenda de Apolo y Dafne, para lo que utilizaron la técnica del teatro de sombras. Durante varios días fue pasando por el salón de actos alumnado de los distintos cursos del centro, de ESO y Bachillerato, disfrutando del buen trabajo realizado. No se debe olvidar que contaron con el apoyo y estímulo de Mario Cobos, profesor de Latín y Griego, y Olga Rendón, de Literatura Universal.   



La leyenda

La obra se introduce con la relajada danza de Dafne en el bosque, que nos muestra el ambiente natural y despreocupado en el que se encuentra. La ninfa es hija de la diosa Gea y del dios del río Peneo. 

A continuación se nos presenta el poderoso dios Apolo, un fuerte, valiente y arrogante guerrero que mata a una serpiente, Pitón, que es también hija de Gea. Orgulloso de su victoria, Apolo se atreve a burlarse del dios Eros (el Cupido romano) por llevar arco y flechas, añadiendo que sólo un gran dios, como se considera él, es digno de llevar armas. Por esta razón lo desafía a una pelea, donde sale de nuevo victorioso.

Mientras Apolo se regocija, Eros, humillado, decide vengarse, clavándole una flecha, que le hace enamorarse perdidamente de Dafne. De esta manera, Apolo inicia una romántica danza con el propio Eros, mostrándonos un dios diferente, más libre y desprendido de su arrogancia. Eros también le lanza una flecha a Dafne, pero haciendo que sienta un poderoso odio hacia Apolo.

Cuando ambos se encuentran frente a frente,  Apolo desea tomarla entre sus
brazos. Dafne, sin embargo, huye, mostrando así su rechazo y provocando que Apolo la persiga. Desesperada, pide ayuda a su padre, Peneo, que decide concederle un deseo: transformarse en un árbol. Apolo se siente horrorizado por lo que está viendo: a Dafne se le paralizan sus piernas y brazos, que se convierten en las ramas del árbol, mientras su cuerpo se transforma en el tronco.

Ante esta situación, Apolo llora a los pies de su adorada ninfa, que se ha convertido en un árbol de laurel. Desde entonces, el dios que fue arrogante toma las hojas de laurel como el símbolo de su amor, que en los Juegos Olímpicos sirve para coronar a los vencedores.

(Paola Ruiz Benítez, 2º B de Bachillerato)   


La coordinación de la obra



Desde el punto de vista de los actores y los coordinadores, hemos de decir que organizar y realizar este teatro de sombras ha sido una experiencia totalmente nueva y satisfactoria, porque hemos podido conocer la responsabilidad y el trabajo que conlleva realizar algo innovador y, en este caso, a la altura del mito, del respeto que la figura de la mujer se merece y del instituto. Estamos orgullosos de haber podido sacarlo a la luz de esta forma tan especial y en estos días tan señalados para el centro.

Hemos disfrutado mucho con todo el proceso de creación y la representación. Esperamos haber gustado a nuestro público y poder hacer más representaciones a lo largo del curso.

Y recordad, si todo esto ha sido posible es gracias a la iniciativa de Mario Cobos, profesor de Latín y Griego, Olga Rendón, profesora de Literatura Universal, el apoyo del centro y el resto de profesores por querer ir a vernos y (aunque suene un poco obvio y se piense que no tiene importancia) a la cultura grecolatina, autora y transmisora de mitos tan bellos como el de Apolo y Dafne.

(María Sánchez Reyes, coordinadora de la obra, 2º B de Bachillerato)


Una impresión del trabajo realizado


La obra de teatro en sí es muy hermosa y cuenta una historia muy triste.
Interpretar a uno de los personajes ha sido muy maravilloso, una experiencia que jamás se volverá a sentir. Yo interpreté a Eros, el Cupido romano, que me ha hecho comprender que, a pesar de semejante tamaño como era el de Apolo, una persona no puede rendirse.

También participé en el baile del principio de la obra. Bailar me ha hecho recordar el tiempo que estuve en ballet y, a pesar de que nunca me gustó ese tipo de baile, ahora lo he pasado genial en la representación de la obra y con mis compañeros.

Prepararlo fue todo un reto, dado que nunca había hecho un teatro con sombras. Hemos tenido que desarrollar la imaginación y no ponernos límites para soñar.


(Valeria Melgar, 2º B de Bachillerato)

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