La leyenda
La obra se introduce con la relajada
danza de Dafne en el bosque, que nos muestra el ambiente natural y despreocupado
en el que se encuentra. La ninfa es hija de la diosa Gea y del dios del
río Peneo.
A continuación se nos
presenta el poderoso dios Apolo, un fuerte, valiente y arrogante guerrero que
mata a una serpiente, Pitón, que es también hija de Gea. Orgulloso de su
victoria, Apolo se atreve a burlarse del dios Eros (el Cupido romano) por
llevar arco y flechas, añadiendo que sólo un gran dios, como se considera él,
es digno de llevar armas. Por esta razón lo desafía a una pelea, donde sale de
nuevo victorioso.
Mientras Apolo se regocija, Eros,
humillado, decide vengarse, clavándole una flecha, que le hace enamorarse
perdidamente de Dafne. De esta manera, Apolo inicia una romántica danza con el
propio Eros, mostrándonos un dios diferente, más libre y desprendido de su
arrogancia. Eros también le lanza una flecha a Dafne, pero haciendo que sienta
un poderoso odio hacia Apolo.
Cuando ambos se encuentran frente a
frente, Apolo desea tomarla entre sus
brazos. Dafne, sin embargo, huye, mostrando así su rechazo y provocando que Apolo la persiga. Desesperada, pide ayuda a su padre, Peneo, que decide concederle un deseo: transformarse en un árbol. Apolo se siente horrorizado por lo que está viendo: a Dafne se le paralizan sus piernas y brazos, que se convierten en las ramas del árbol, mientras su cuerpo se transforma en el tronco.
brazos. Dafne, sin embargo, huye, mostrando así su rechazo y provocando que Apolo la persiga. Desesperada, pide ayuda a su padre, Peneo, que decide concederle un deseo: transformarse en un árbol. Apolo se siente horrorizado por lo que está viendo: a Dafne se le paralizan sus piernas y brazos, que se convierten en las ramas del árbol, mientras su cuerpo se transforma en el tronco.
Ante esta situación, Apolo llora a los
pies de su adorada ninfa, que se ha convertido en un árbol de laurel. Desde
entonces, el dios que fue arrogante toma las hojas de laurel como el símbolo de
su amor, que en los Juegos Olímpicos sirve para coronar a los vencedores.
La coordinación de la obra
Desde el punto de vista de los actores y los coordinadores, hemos de decir que organizar y realizar este teatro de sombras ha sido una experiencia totalmente nueva y satisfactoria, porque hemos podido conocer la responsabilidad y el trabajo que conlleva realizar algo innovador y, en este caso, a la altura del mito, del respeto que la figura de la mujer se merece y del instituto. Estamos orgullosos de haber podido sacarlo a la luz de esta forma tan especial y en estos días tan señalados para el centro.
Hemos disfrutado mucho con todo el proceso de creación y la representación. Esperamos haber gustado a nuestro público y poder hacer más representaciones a lo largo del curso.
Y recordad, si todo esto ha sido posible es gracias a la iniciativa de Mario Cobos, profesor de Latín y Griego, Olga Rendón, profesora de Literatura Universal, el apoyo del centro y el resto de profesores por querer ir a vernos y (aunque suene un poco obvio y se piense que no tiene importancia) a la cultura grecolatina, autora y transmisora de mitos tan bellos como el de Apolo y Dafne.
Una impresión del trabajo realizado
La obra de teatro en sí es muy hermosa
y cuenta una historia muy triste.
Interpretar a uno de los personajes ha sido muy
maravilloso, una experiencia que jamás se volverá a sentir. Yo interpreté a
Eros, el Cupido romano, que me ha hecho comprender que, a pesar de semejante
tamaño como era el de Apolo, una persona no puede rendirse.
También participé en el baile del
principio de la obra. Bailar me ha hecho recordar el tiempo que estuve en
ballet y, a pesar de que nunca me gustó ese tipo de baile, ahora lo he pasado
genial en la representación de la obra y con mis compañeros.
Prepararlo fue todo un reto, dado que
nunca había hecho un teatro con sombras. Hemos tenido que desarrollar la
imaginación y no ponernos límites para soñar.
(Valeria Melgar, 2º B de Bachillerato)
No hay comentarios:
Publicar un comentario